¡SER EL ESCUDO!

¿Qué ocurre si de nuestro viaje depende la vida de otra persona? ¿Qué pasa si en nuestro viaje encontramos un reto que necesariamente cobrará la vida de alguien? ¿Qué ocurre si amamos a esa persona en peligro? ¿Qué pasa si el que tiene la decisión de que uno de los dos sobreviva, eres tú?

El honor es parte de la sangre plateada que corre por nuestras venas de coraje. La caballerosidad también se lleva en el corazón de dragón. La valentía demuestra qué tan lejos hemos llegado en nuestro viaje y cuánto nos falta para legar al final.

Entonces, ¿qué ocurre? Es en ese momento que se presenta el reto probablemente más severo de todos. Decidir si vivir o morir, decidir si nuestro ser amado muere o vive.

Lo que yo haría: ser el escudo. Sería yo ese objeto protector, el que daría su existencia para permitir la del otro o la otra. No hay mayor éxtasis, mayor honor, que el hecho de morir para permitir que alguien más viva. Morir así es morir de verdad.

Pero, ¿qué ocurre si nuestra decisón es la contraria? Yo no puedo imaginarme a mí mismo regalando la vida de mi amor a la muerte con tal de salvarme a mí mismo. Es ésta otra forma de morir, o hasta bien podría llamarse suicidio. Si mi amor muere, mi otro amor, el amor por esa persona que vive dentro mío, también muere. Es por eso que yo considero que si nuestro amor muere no vale la pena seguir viviendo.

La muerte es terrible y azota mares. Cuán terrible es recibir una llamada mortal a las cinco de la mañana mientras nuestros sueños tratan de adormecer el dolor que se avecina. Cuán terrible es pararse al borde de una tumba y dejar caer un clavel en el que están escritos todos nuestros sentimientos. O cuán terrible es dejar que los restos de nuestro amor sean devorados por el enorme mar. Cuán terrible es caminar en un día lluvioso detrás de un ataúd. Cuán terrible es entrar a un hospital con tu amor pero salir solo. Cuán terrible es la muerte.

Sin embargo: cuán increíble es haber tenido el honor de tener a ese amor en nuestras vidas. Cuán increíble es ser lo que uno es gracias a ese amor. Cuán increíble es pararse al borde de una tumba y decirle a ese amor todo lo que uno siente para demostrarle al mundo que ese alguien no era un "alguien", sino un amor. O cuán increíble es dejar que los restos de nuestro amor se fundan con el poderoso mar, un lugar digno de retener a nuestro amor. Cuán increíble es dar un discurso lleno de coraje para honrar a ese amor en frente a todo el mundo. Cuán increíble es salir a la calle en un día lluvioso con más de cien soldados dando una orquesta, un ataúd glorioso, una carroza impecable y una procesión con el corazón aún latente gracias a ese amor. Cuán increíble es entrar al hospital con tu amor y salir de éste con su espíritu dentro tuyo.

Soy y siempre seré el escudo. Hay que pensarlo bien: a veces nuestro viaje del dragón no culmina para lograr nuestros propios objetivos, sino para lograr proteger a los otros dragones y hasta dar la vida por ellos.

24 de mayo de 2007

1 Comment:

Julio Peñaloza Bretel said...

Estoy extremecido. Y tengo una sensación de bienestar por todo lo que me acabas de regalar. Me impresiona, me sobrecoge. Sigamos mi amado Andrés. A propósito: Si fuera necesario daría la vida por tí, por tus hermanos. Gracias

 
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