WENN ICH NUR DETT WÄR! (“SI TAN SÓLO ESTUVIERA ALLÁ”)

Hoy soñé con Simon.

Me acosté con la cabeza llena de angustias e intentos de escaparme de mis propios pensamientos. Los últimos meses han sido de los peores que hasta ahora recuerdo. Hace cinco meses que no duermo sin pensar más que en lo que acaba de pasar y tal vez en el lindo clima del día siguiente que pienso disfrutar nadando. Hoy sólo pienso en cómo deshacerme de la gente que me hace daño. En los últimos meses he aprendido a odiar, y eso está mal.

Por eso mis ojos se cerraron y me transporté al único lugar donde no me importa nada más que disfrutar cada día de mi vida.

Estaba sentado en una especie de bus de dos pisos con gente que no conocía. Escuché a dos suizas hablar de su país y les pregunté de qué ciudad eran, no recuerdo el nombre, era un sueño. Ellas me preguntaron de dónde era, no sé cómo se desarrolló la charla pero terminamos hablando de que yo había hecho un año de intercambio en Zürich, Suiza.

- Wow, ¿entonces hablas suizo alemán?
- Ja voll (sí claro).
- Und häsch guet glernt? (“¿Y lo aprendiste bien?”) – me preguntó una de ellas.
- Ja, glaubi, also…ich han muäsä zerscht Hochdütsch lernä, dann Schwiizerdütsch. Ich galub ich red fascht perfekt, also, wenn ich mit d andere Ustusschueler vergliiche (“Sí, yo creo, o sea…primero tuve que aprender alemán estándar, luego suizo alemán. Creo que hablo casi perfectamente, digo…si comparo con los otros de intercambio”) – No sé por qué dije lo que dije. Hace tanto tiempo que no hablaba en suizo alemánen un sueño, y me acuerdo perfectamente todo lo que dije, aunque no todo haya sido cierto.

Entonces apareció de la nada Simon, mi hermano. Se acercó por afuera del bus. Por alguna extraña razón era más alto que el bus de dos pisos, supongo que porque en la realidad sí es muy alto y yo lo exageré en el sueño. Se asomó a hablar con una de las suizas y me vio. Ambos nos quedamos atónitos.

- ¡Simon!-, me lancé hacia él, lo abracé tan fuerte como pude y empecé a llorar ese mismo momento. Ni siquiera yo me lo esperaba.
- ¡Te extraño!- le dije en castellano, pero luego recordé que él no entendía- Ich vermiss dich! Ich vermiss dich so vil! (“¡Te extraño!¡Te extraño tanto!”)

No sé por qué, tal vez mi subconsciente sí, pero no le dije “te extrañé”, sino “te extraño”, como si aún estuviera lejos de él. Creo que estaba consciente de que todo era irreal y en verdad estábamos lejos.

Nos abrazamos mucho tiempo mientras yo lloraba. Simon era tan alto que mis piernas colgaban. Él no decía nada. Nos soltamos, mi hermano me miró y retrocedió un poco, seguía sin decir nada. Caminó hacia una puerta y me di cuenta que tenía que seguirlo. Olvidé por completo al bus y a las suizas.

Mi hermano suizo tiene 19 años y es de Zürich, estudia para ser carpintero. Ama el deporte. Recuerdo cuando me enseñó a hacer snowboard. Me dio instrucciones para no resbalar por la montaña y luego subió conmigo en el teleférico especial para esquí y snowboard. Fue la única persona con la que nunca caí. Los dos éramos los más flojos de la casa y los únicos que salían a fiestear.

Cuando llegué a la puerta de ese lugar mi hermano me dijo algo:

- Papi und Mami sind dett (“Papi y mami están ahí”).

Miré el interior del lugar. Era un aula llena de gente, no le presté atención en absoluto a la gente que estaba sentada ahí, no sé si eran hombres o mujeres ni qué edad tenían, sólo buscaba a mis padres. Los encontré muy cerca de mí, al frente de todos los demás, sentados en unas sillas. Al parecer ellos dictaban la clase. Mi papá estaba dándome la espalda y no se dio cuenta de que yo estaba ahí, pero mi mamá estaba al frente mío y cuando la vi ella percibí que ya me había visto. Se quedó sonriendo mucho tiempo. Ella tampoco podía creerlo.

Desperté.

Aún tengo grabada en la mente la imagen de mi hermano y cómo me puse a llorar mientras lo abrazaba.

A veces el odio me desvía y me hace olvidar de lo que realmente importa: la gente que quiero. No me queda más que seguir el camino que quién sabe quién me puso delante. No es suficiente con llegar hasta el final, tengo que ir más allá.

Hay gente que me ha enseñado este tiempo que la fuerza y la inteligencia están en los que pelean por lo que piensan y lo defienden sin importar las consecuencias, y no en la gente que defiende sus intereses. A veces es necesario salir al frente y decirle a los demás las verdades en su cara, demostrar valentía y grandeza, “utilizar las mentiras para decir la verdad”. Hay en especial una persona que me ha ensañado que con una mente brillante, una enorme personalidad, una gran actitud y humor de sobra se puede llegar más lejos de lo que todos esperan. Intenten superar eso.

Me he dado cuenta de que no necesito odiar a nadie porque esa gente no me llega ni al talón, y nunca lo hará.

“…yo en realidad no he hecho otra cosa, en mi vida, más que llevar hasta las últimas consecuencias lo que vosotros no os atrevéis a llevar hasta la mitad, estimando, además, razonable vuestra cobardía, y con el consuelo de que os engañáis a vosotros mismos. Así resulta que yo estoy más vivo que vosotros”

- Fíodor Dostoievski

15 de diciembre de 2008

A ORILLAS DE BELLEVUE

Creo que es hora de escribir.


Uno de los días más radiantes de verano en Zürich. Descansé bien luego de la noche de mi despedida, un día de junio, cuando se acababa mi año en Suiza. Desperté tan descansado que estaba acostado al revés en mi cama, no había nadie en mi casa. Mis manos estaban enredadas entre las sábanas, un pie se balanceaba en el borde de la cama y el otro estaba apoyado en la pared de madera.


Lo primero que hice fue abrir mucho los ojos, muy atento, y miré por la ventana. Estaba sin polera, claro, era verano. Vi el cielo azul como todos los días desde que mi buen humor había empezado y hasta ese día no había terminado. El viento fresco que entraba por la ventana aliviaba el calor de más de 30 grados centígrados.


Me quedé pensativo, observando mi entorno, como casi siempre hacía cuando disfrutaba de un sábado sin nada que hacer. A mi lado había muchas fotos que mi hermano coleccionaba. De animales, de la familia, del país, de amigos, de todo. Al frente mío estaba el techo que iba en bajada, y más a un costado la ventana abierta.

Ahhh mi despedida…mis amigos. Ahora puedo irme tranquilo, pensé. Me puse a pensar en la noche anterior. No había pasado mucho rato. Había llegado a mi casa cuando el Sol estaba saliendo y la temperatura no había variado mucho. Sonreí un buen rato, respiré hondo recordando que no siempre me era tan fácil hacerlo, y me levanté.


A la ducha. La ventana era tan grande que los vecinos podían ver todo, y con semejante día todo el mundo andaba afuera. Me alisté y fui a desayunar. La casa aún vacía.


A través del ventanal de la cocina vi los últimos días que me quedaban en el lugar más hermoso de todos. Tantas veces lo repetí. Como si una cámara fuera acercándose más y más: plantas y árboles muy verdes, casas grandes y lindas muy bien cuidadas, más allá el borde del lago, como si fuera la playa de un mar muy azul, luego el lago de mis sueños, mis barcos, veleros y yates, el reflejo de mis nubes. Al fondo el otro borde, con miles de casas y más árboles. En el horizonte…azul, el cielo azul, y nada más.


Y retrocediendo la cámara, yo, con el pelo mojado, parado, descalzo, con los ojos grandes, bien abiertos, con la boca llena de leche y cereal, mientras me imagino cómo será la vida en diez días en La Paz.


No había nada que hacer. Llamé a mis dos mejores amigos, Camilo y Josie, y decidimos ir al lago, en la ciudad.


Por milésima vez en un año, salí de mi casa por esa calle en bajada que jamás olvidaré para ir a tomar el bus. Llegó a las 12:17, como siempre. Weidstrasse, primera parada. Banhof Rüschlikon, segunda parada. Así sucesivamente. Schlossstrasse, la fábrica de chocolate Lindt & Sprüngli. Se abrió la puerta del bus y una ráfaga de olor delicioso penetró mi nariz. Los que ya estaban acostumbrados no dijeron nada. Se cerró la puerta y continuamos el viaje. A partir de ahí el viaje era al borde del lago, en la “Silberküste” o “Costa de Plata” de Zürich, porque era el lado de la costa del lago donde el Sol no daba. “Bürkliplatz”, última parada, y tal vez el lugar que más grabado está en mi cabeza. El centro de la ciudad, según yo. El río Limmat de Zürich pasaba por ahí, y desembocaba en el hermoso lago. En ese mismo punto empezaba la avenida más importante de todas, la Banhofstrasse, que culminaba en la Estación Central, y por la cual pasaban casi todos los tranvías de la ciudad, pero ningún automóvil. Escuché alguna vez que la gente que pasa por esa calle pisa el oro robado de Potosí por los españoles, por la riqueza que tiene esa ciudad.


Hacia el otro lado estaba el puente que atravesaba el río Limmat y llegaba a Bellevue, la estación de los tranvías. Desde ese puente, hacía atrás, se podía observar todo el trayecto del río, las tres puntas de la ciudad: la catedral Grossmünster, la Fraumünster y la Peterskirche. A los bordes del río, las pequeñas casas medievales repartidas. Hacia el otro lado, el resto de la ciudad, el enorme lago y de fondo, los Alpes suizos.


Caminé desde la parada del bus hasta la Casa de la Ópera, cerca de Bellevue, al otro lado del puente. Vi a mis amigos tomando helados esperándome, sentados en las gradas.


Fuimos a comprar algo para tomar y comer y luego decidimos subirnos a un barquito con pedales para ir hasta el medio del lago y nadar.


Camilo y yo pedaleábamos, él a la derecha y yo a la izquierda, Josie atrás sacándonos fotos. Llegamos hasta el medio del lago pero tuvimos que avanzar un poco más porque los barcos pasaban por ahí. Luego nos lanzamos al agua, que parecía de la misma temperatura que el aire. No había nada más refrescante.


Me puse de espaldas, flotando, y me olvidé del mundo un segundo. Desde este sillón, tres meses después, relato esta experiencia desando estar allí para aliviar el dolor de cabeza que no me para hace dos días. No hay nada como estar a orillas de Bellevue, en la ciudad donde no se puede vivir mejor, durmiendo en el lago al lado de barquito a pedales.


Abrí los ojos, Josie me miraba desde el barquito, sonriendo. Camilo nadaba más allá. Me subí al barquito y nos pusimos a charlar.


- ¿Qué es lo que más vas a extrañar?

- No sé, Josie, no me gusta hablar de eso.

- ¿Por qué?

- Porque me pone triste.

- Tal vez te ponga más triste no haberlo dicho antes.

- …A ti tal vez. Y a los demás.

- Vas a volver.

- Sí, claro.

- No, no era pregunta, vas a volver.

- Ah, ¿huh? ¿Cómo sabes?

- Se nota que sí.

- Sí, se nota.

- Pero yo iré primero allá.

- Jajaja, ¡eso espero! Porque no volveré tan pronto.

- Más te vale extrañarnos, porque te voy a extrañar.

- ¡Yo también! ¡¿Con quién voy a celebrar cuando el Arsenal le gane al Liverpool?!

- Jajaja. Nadie es igual aquí, nos cambiaste a todos.

- ¿Yo, por qué?

- Porque sí. Todos cambian el mundo en algún sentido.

- Te voy a extrañar.

- No me mires así.

- ¿Cómo?

- Así.

- Jajaja, ¿cómo?

- Como siempre me miras.


Recuerdo nuestro último abrazo en el aeropuerto. Tú fuiste la última, Josie. Me acerqué y…:

- No, Andrés. No, ¿si?

- ¿No qué?

- No, no, no, no

- ¡No entiendo!

- Que no lloremos

- Noo, jaja – le sonreí-, hoy no, eso para cuando volvamos a vernos-.


La hora pasaba y pasaba. Camilo nadaba de espaldas mirando el cielo. De pronto se acercó, me acuerdo que dijo en alemán exactamente así:

- ¿Seid ihr fertig? (¿Terminaron de hablar?)

- Jajaja, sí, hombre, desde hace rato, podías entrar cuando querías.


Hasta extraño hablar con acento español.

- Bueno, ya es tarde, hay que devolver el barquito, vámonos a comer algo que muero de hambre – nos dijo.


En el trayecto de vuelta nos sacamos más fotos.


Nos bajamos y nos vestimos. Fuimos a tomar algo y luego hacia la estación. En el camino nos encontramos con un inglés ebrio en la esquina de una perfumería.

- Hey tíos, ¿qué hacéis? Vine esta semana de vacaciones, tengo la puta plata y hasta ahora no encuentro el tranvía once.


Tenía un botella te whisky, una camisa blanca, corbata negra, pantalón negro, zapatos negros y solamente un calcetín encima del pantalón con el número trece. Luego nos explicó porque nos había hablado en español y lo del calcetín:

- Vivo hace 30 años en Madrí, me vine a Zurrí de vacaciones para la Eurocopa. No se pa’ que coño vine si Inglaterra no clasificó y pa’ colmo ganó España, ¡qué guarrada!


Luego explicó lo del calcetín en inglés británico:

- ¡Look my bloody lucky 13 socks! Yeah! (¡Mira mis malditos calcetines con el 13 de la suerte!)


Josie era inglesa, así que charlaron riendo mucho. Camilo era español, y también rieron. Yo entendía los dos idiomas así que también me reí. Jamás escuché la charla de un ebrio más inteligente que esa. Sólo un inglés ebrio podía hablar así.


Luego nos fuimos a la estación y despedimos a Josie. Como casi siempre, me quedé con Camilo paseando, comimos un poco, charlamos, reímos, nos corregimos errores entre el español de España y el de Bolivia, y nos fuimos. Nadie murió ese día.


Tengo aún hoy las fotos de ese día agigantadas, como regalo de despedida de Josie y de Camilo, en el barquito a pedal, en el lago de Zürich, con dedicatorias, los tres riendo.


No necesito estar ahí para ser feliz, sólo necesito ver la sonrisa de Josie, de Camilo, o mi propia sonrisa impresa en esa foto, para ser feliz por un segundo, y recordar ese día de verano después de mi despedida. Recordar el día en el que me olvidé del dolor y la angustia mientras descansaba en el lago, la charla con mi mejor amiga, la charla con mi mejor amigo, el discurso del inglés ebrio, el paisaje desde el puente, el trayecto del bus desde mi casa hasta la ciudad, el olor del chocolate que penetraba por las puertas del bus, la sonrisa de Camilo al mismo tiempo que me daba la mano al despedirse, sincera, la de un amigo, el abrazo y el beso de Josie al despedirse.

1 de octubre de 2008

EL SOL DE TUS OJOS

El regalo más lindo que puedo darte es darte mi amor siempre, a través de todos los cielos, a través de los mares, a través de las montañas, a través de la lluvia, a través del tiempo, a través de lo imposible, porque al final fue eso lo que logramos demostrar: que a pesar de todo lo que acabo de mencionar, lo más hermoso y valioso que tenemos sigue intacto: nuestro amor.

Haber llegado hasta aquí es amar de verdad.

Hoy quiero regalarte mis ojos, que son lo que siento por ti cuando me miras, hoy quiero darte todo lo que tengo y lo que hasta hace poco faltaba por darte, hoy quiero inventarte cosas imposibles, hoy quiero darte la luna y las estrellas, el Sol y las nubes, hoy quiero ser tuyo y de nadie más, como hace exactamente un año.

Recuerdo un día al Sol de la mañana, con un fresco viento que soplaba moviendo mi pelo y el tuyo y nos hacía achicar los ojos para mirarnos, sonriendo ambos, como si algo estuviéramos planeando, o como si no existiera nadie más que el otro. Es como en ese día como yo te miro a los ojos todos los días, mientras sonríes, como miro a ese hermoso Sol que me lleva al único lugar donde ya nada ni nadie más importa, sólo tú.

Aprendí mirando ese Sol que la eternidad sí existe. No importa cuán lejos estemos, ese lugar estará ahí siempre para los dos, y lo que siento por ti también. Después de tanto caer y volver a levantarnos, de tirarnos rayos y estrellas, seguimos aquí. Lejos, en el futuro, seguirá marcado en mí el brillo del Sol de tus ojos, y el hecho de que te amé, te amo y te amaré como a nadie en la infinidad. Esa es la eternidad.

Ya no hay a dónde más llegar, contigo toqué el cielo y todo lo que está en él, pero lo que aún falta por hacer es explorarlo. Llegué a sentir cosas que nunca pensé sentir. Descubrí un mundo contigo.

Hemos pasado por cosas duras, y aún nos falta más por vivir, pero quiero que sepas que esa eternidad estará intacta, y que ese lugar que me regala el brillo de tus ojos, y ese Sol, estarán ahí para siempre.

4 de agosto de 2008

NUEVAS ALAS

Ha pasado ya más de un año desde que empecé a escribir aquí, un año desde que encontré a mi corazón, once meses desde que me fui, otros cuantos desde que me descubrí a mi mismo, casi tres desde que escribí por última vez y 23 días desde que regresé. Aquí comienza una nueva etapa para mí. A partir de este texto todo será diferente.


Cada día de cada estación del año me ha enseñado en once meses lo que otra persona tardaría en comprender tres o cuatro años. Es por eso que quiero invitarlos a volar conmigo y descubrir qué se esconde entre el otoño, el invierno, la primavera y el verano de un lugar que llegué a comprender y a amar como difícilmente podré volver a hacerlo.


Entre la nieve que cae, el Sol ardiente atraviesa las hojas secas que caen sobre las flores recién nacidas, mientras las olas del viento vienen y van, agitando las olas del lago, que ve y refleja desde abajo al Dragón de Plata, más grande, más brillante y más fuerte que nunca.

2 de agosto de 2008

EL AMOR EN TIEMPOS DEL SOL

Me quedo observando las plantas a mi alrededor, los insectos volando, el cielo celeste, más lejos el lago, los yates que navegan en él, los barcos, los veleros, los patos, y más al fondo la otra orilla, interminable y con varios techos de casas brillando por el reflejo del ardiente Sol de principios del verano. Sólo se escuchan a los pájaros cantar por todos lados, el roce de las hojas que se mueven por el viento, cada cuarto de hora las campanadas de la iglesia del pueblo y de vez en cuando a los autos pasar. La mezcla del Sol, el viento y las palabras hizo de esta estación la más hermosa del año, y la mejor que he vivido en 17 años.

A diferencia del cólera, es el Sol el que marca y define estos últimos meses que me quedan aquí. Existe un contraste entre lo que ahora vivo yo, a orillas del lago y disfrutando de 20 grados centígrados, y lo que se vive en mi país, no sé si a menos de 5 grados o a más de veinte, porque no importa cuándo, eso siempre varía. Sin embargo, el contraste mayor es el hecho de que pueda disfrutar del silencio del viento viendo una ciudad en paz, y que mi familia no pueda encontrar ese silencio ni leyendo el períodico mientras desayuna un domingo.

El cólera de Bolivia es la incapacidad de ver más allá de los propios intereses, guardar un rencor repugnante, clasificar a quienes viven en la misma tierra por color de piel u origen, por el lugar en el que viven, por cuánto dinero ganan, por lo que opinan, por lo que hacen y hasta por aportar al país con lo que se pueda. No importa lo que hagas, o estás de un lado o estás del otro, pero no puedes estar al medio, y no importa de qué lado estés, ambos son el enemigo.

Descubrí entre las palabras a un escritor maravilloso. Al leerlo, uno aparece en una realidad que poco a poco se transforma en fantasía sin salirse de los límites de lo posible, y mientras se está navegando en un río del Caribe, uno de pronto aparece dando un viaje en globo aerostático entre el mar y el continente. Fue gracias a él que encontré gran parte de lo que quería encontrar aquí hace tanto tiempo, y justo pocos meses antes de partir: a mí mismo.

El amor en tiempos del Sol. El mismo título menciona que mi tema no es el cólera de Bolivia, ni el lago, ni el escritor maravilloso, ni yo mismo, sino todos al mismo tiempo. El título es la mezcla de una pequeña parte de lo que logré entender durante 8 meses. ¿Y el amor? El amor también logré entenderlo mejor y de varias maneras, no como en mis otros texos.

El amor en tiempos del Sol es ahora, mayo de 2008 en Rüschlikon, Zürich, a las dos de la tarde en el jardín de mi casa sin nadie más que yo admirando el lago, el eterno lago, y escuchando cómo la primavera se transforma en verano. Aprendí cosas tan profundas que no se pueden escribir, tanto por su profundidad como por su secretismo, y porque poca gente las entendería.

Un Sol en la otra orilla del lago me ayudó a darle una respuesta al por qué vine aquí y me explicó el mundo sin hablarme. Fue el día que el verano empezó.

Quién sabe, tal vez algún día vuelva a disfrutar de este verano y vuelva a ver ese Sol.

10 de mayo de 2008

EL QUE TE QUIERE NUNCA MUERE

Todo el mundo quisiera que bajes de las nubes en tu paracaídas aterrizando delante de tu casa para visitarnos aunque sea una vez más, no porque dejaste una de tus misiones incompleta, sino para festejar contigo(¡tanto que te gusta festejar!) que hayas cumplido todas. Ni siquiera un libro de varios tomos podría contar toda tu vida y todos tus logros, porque tu historia va más allá de los hechos. Cada misión que cumplías era parte de una gran misión que acabaste por cumplir con tanto éxito: construir una familia.

No había nacido aún cuando tú luchabas por la libertad de más de una persona arriesgando tu propia vida, pero sé que así fue porque todo el mundo lo recuerda y te da las gracias, “porque hoy vivimos en democracia”. Qué historias más alucinantes las que tuviste. ¿Quién podría escapar de la injusta cárcel dictatorial oculto en un turril minutos antes de una posible muerte? James Bond, quizás, pero luego nadie más que tú. Te fuiste feliz, mientras que la gente a la que te enfrentaste y la pusiste en su sitio sigue aquí sin poder irse, y no son ni felices ni dignos de vivir. Way que al final nunca muere el que no teme morir.

La memoria tal vez más remota que tengo de mi propia vida es un día que pasé contigo y mi papá en el lago, no sé si pescando o solamente admirando el horizonte, desde un bote que mi mente recuerda alto y estrecho, tenías que alzarme para que pueda ver el agua y el Sol en el atardecer. Tú tenías una chaqueta gris, me acuerdo bien, y la energía de un atleta, yo tenía tres o cuatro años solamente, el pelo aún rubio y enrulado y la mirada fija en mi abuelo, que mi explicaba cosas que hoy ya no recuerdo, pero que seguramente mi inconsciente sí, y que me servirán para siempre.

Cada cosa que reparabas o te la ingeniabas para inventar. Mil juguetes ahora ya regalados vivieron el doble de lo debido gracias a ti, “abuelito arreglador”. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin ti cada navidad? Creo que ya tenía más memoria y el pelo más oscuro cuando cada diciembre iba a visitarte y ayudarte a armar el árbol y el altar del niño. Para el 24 de diciembre la chimenea era un pilar de luces de varios colores, arriba Belén de noche, dibujada como con los dedos, abajo un altar pequeño con varios animales, los tres reyes, José, María y Jesús, cuando aún no podía hablar. En la punta de todo estaba una enorme estrella fugaz, linda y única. Las gradas de la casa eran puro luces, al igual que la puerta y el techo de la entrada. Nadie va a olvidar eso, ni nadie lo va a poder hacer como tú lo hacías. Algunos hasta podrían dudar si lo hacías por fe o por el placer de inventar, yo digo que por los dos. A las doce, sagrado, abrir los regalos uno por uno cantando los nombres de todos. Me acuerdo que me negué a ser tu sucesor cuando me lo pediste, supongo que porque me sobra vergüenza y me falta carisma, y porque quise que tú lo hicieses una vez más.

La navidad era para todos nostros el momento más lindo del año, cuando todo lo que tú y tu amor lograron, se unían.

Y quién no lo pensaría, lograste construir una familia tan linda que hasta te casaste dos veces con la misma persona para reforzar tu amor. Celebraron contigo una vez más cientos de personas, porque ellos eran también eran parte de tu familia. Tu impresionante alegría, carisma y valor para conquistar lo que sea consiguieron cambiar a cada persona que tuvo el gusto y el honor de conocerte.

Pero Dios te dijo que ya era hora de partir y que tu enorme corazón ya estaba un poco agotado de tanto amor. No hubo ningún error, ni hubo tristeza, ni ocurrió una desgracia el 15 de marzo del 2007. Ese día decidiste descansar y dejarnos continuar el camino que nos señalaste, y aunque esta vez no era el momento de celebrar, estabamos felices.

Por eso hoy te escribo, porque gracias a ti estoy donde estoy. Me cuesta creer que a mi lado un hermoso lago se mueve tranquilo y que vivo a unos metros de él, y que hace un año estaba despidiéndome de ti abrazado del ángel que me regalaste. Quisiera haberte podido contar que en cinco meses me estaba yendo a Suiza, a aprender más de lo que tú me enseñaste, y ahora estoy aquí. Paseé por los mismos lugares que tú en París y me acordé de ti. “Londres te va a encantar”.

Además de un juguete, me arreglaste y regalaste una sonrisa. Gracias, porque hoy soy feliz y voy a cumplir con lo que me pediste. Un abrazo enorme desde abajo hasta arriba.

Tu nieto mayor

15 de marzo de 2008

FUE POR AMOR


Bastante me costó descubrir que sólo con ver el lago miles de cosas pueden salir de mi cabeza, pero más me costó descubrir cuáles son las que valen la pena, cuáles no, y cuáles puedo contárselas al mundo.

Al fondo se ve un barco de dos pisos con lujosas luces encendidas dentro y fuera del mismo, navegando por ahí, cruzando el lago de una orilla a la otra. Más a la derecha se ven pequeños veleros haciendo carreras cerca de los puertos y debajo de los puentes. En el muelle hay un barco enorme preparando motores para zarpar, quién sabe hacia dónde. Justo al frente se ve un trozo de tierra que resalta en la orilla, donde un faro pequeño da señales a los barcos de todo el lago. Mis pies están quietos, parados el borde del puente. Miro hacia abajo y veo los gansos buscando migas en el agua gris, a causa del reflejo del cielo nublado. Hace un día ventoso pero tranquilo, normalmente la gente aprecia más los días veraniegos que los días como hoy...hoy...hoy cumplo seis meses exactos en este lugar.

Me doy la vuelta y veo el otro lado de la ciudad. Cruzando la calle y llegando al otro borde del puente se aprecia uno de los lugares más bellos del mundo. El Limmat, un río que da al lago que ahora está a mis espaldas, casi inmóvil, brilla como por sí solo. Un puente tras otro unen la ciudad medieval con la ciudad moderna, iluminando el agua que sostiene montones de barquitos. A la izquierda se ven dos puntas enormes, una turquesa y otra negra, apuntando a un cielo enorme y puro, y debajo de ellas dos enormes relojes con manecillas del tamaño de varios hombres. Al otro lado está la catedral, con sus dos torres enormes de las que se admira todo el paisaje. Casa por casa y calle por calle uno ve un mundo conservado desde hace siglos, hermoso, tranquilo, limpio, alegre. No hay mucho más que pedir estando en semejante lugar. Pero por qué te dejé? Por qué vine hasta este puente entre un lago y un río?

No es que te dejé para llenar mi cabeza de cosas que cualquier otra persona puede encontrar. Vine justo por ti, para averiguar cómo es eso de que el infinito sí existe, y descubrir cómo se hace para que la eternidad se haga realidad y se encienda en nosotros. Cada vez que esas cosas salen de mi cabeza, los barcos, los veleros, los faros, los gansos, las iglesias, sus relojes, el río, las casas antiguas, las calles, el cielo, y siento esa tranquilidad, es que estoy aprendiendo a hacer de lo nuestro eterno e infinito.

"Yo volvía loco super chiflado, pasado, de vino; y ella se volvía loca en la cama...pero con otro tipo. Lo maté y ella tiró mi guitarra, al fondo, del río, ni siquiera me detuve a pensarlo, y le clavé un cuchillo. Fue por amor, fue por amor, fue por amor...por amor a mi guitarra"...tú eres mi guitarra y éso es lo que haría por ti.

1 de marzo de 2008

 
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