EL AMOR EN TIEMPOS DEL SOL

Me quedo observando las plantas a mi alrededor, los insectos volando, el cielo celeste, más lejos el lago, los yates que navegan en él, los barcos, los veleros, los patos, y más al fondo la otra orilla, interminable y con varios techos de casas brillando por el reflejo del ardiente Sol de principios del verano. Sólo se escuchan a los pájaros cantar por todos lados, el roce de las hojas que se mueven por el viento, cada cuarto de hora las campanadas de la iglesia del pueblo y de vez en cuando a los autos pasar. La mezcla del Sol, el viento y las palabras hizo de esta estación la más hermosa del año, y la mejor que he vivido en 17 años.

A diferencia del cólera, es el Sol el que marca y define estos últimos meses que me quedan aquí. Existe un contraste entre lo que ahora vivo yo, a orillas del lago y disfrutando de 20 grados centígrados, y lo que se vive en mi país, no sé si a menos de 5 grados o a más de veinte, porque no importa cuándo, eso siempre varía. Sin embargo, el contraste mayor es el hecho de que pueda disfrutar del silencio del viento viendo una ciudad en paz, y que mi familia no pueda encontrar ese silencio ni leyendo el períodico mientras desayuna un domingo.

El cólera de Bolivia es la incapacidad de ver más allá de los propios intereses, guardar un rencor repugnante, clasificar a quienes viven en la misma tierra por color de piel u origen, por el lugar en el que viven, por cuánto dinero ganan, por lo que opinan, por lo que hacen y hasta por aportar al país con lo que se pueda. No importa lo que hagas, o estás de un lado o estás del otro, pero no puedes estar al medio, y no importa de qué lado estés, ambos son el enemigo.

Descubrí entre las palabras a un escritor maravilloso. Al leerlo, uno aparece en una realidad que poco a poco se transforma en fantasía sin salirse de los límites de lo posible, y mientras se está navegando en un río del Caribe, uno de pronto aparece dando un viaje en globo aerostático entre el mar y el continente. Fue gracias a él que encontré gran parte de lo que quería encontrar aquí hace tanto tiempo, y justo pocos meses antes de partir: a mí mismo.

El amor en tiempos del Sol. El mismo título menciona que mi tema no es el cólera de Bolivia, ni el lago, ni el escritor maravilloso, ni yo mismo, sino todos al mismo tiempo. El título es la mezcla de una pequeña parte de lo que logré entender durante 8 meses. ¿Y el amor? El amor también logré entenderlo mejor y de varias maneras, no como en mis otros texos.

El amor en tiempos del Sol es ahora, mayo de 2008 en Rüschlikon, Zürich, a las dos de la tarde en el jardín de mi casa sin nadie más que yo admirando el lago, el eterno lago, y escuchando cómo la primavera se transforma en verano. Aprendí cosas tan profundas que no se pueden escribir, tanto por su profundidad como por su secretismo, y porque poca gente las entendería.

Un Sol en la otra orilla del lago me ayudó a darle una respuesta al por qué vine aquí y me explicó el mundo sin hablarme. Fue el día que el verano empezó.

Quién sabe, tal vez algún día vuelva a disfrutar de este verano y vuelva a ver ese Sol.

10 de mayo de 2008

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