Poniendo de cabeza los pies, retractémonos del error fatal de morir, creyendo por ésto una muerte que no penetre en el paraíso, ni que tiente al infierno con su ridículo y deprimente dramatismo. El refrescamiento drástico pero eficaz perfora en un punto clave del estómago y un órgano trivial seguido de espasmos y luces, éstas cercanas al túnel, pues la muerte se retracta en el instante en que uno se revela anacrónicamente.
Para refrescarse, vierta el arsénico en su tracto bucal, valiente, y si éste le parece agraz por creer ingerido el ácido por pensar en la inmortalidad mortal, párese en un lago brillante sin nubes o en esos cielos del Salar de Uyuni en los que no vive cualquiera, jamás.
Finalizado el refrescamiento, se sentirá sin dolor la tráquea tragando cien veces con la lengua hacia fuera. Los suicidas amarán sin la contemplación de Dios con la humanidad, y sin miedo en un lago del cielo. Permanencia total del refrescamiento, único intento.
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