Quise hacer algo así como un Aleph de todo lo maravilloso que pude vivir en mi corta vida personal, algo lleno de buena onda, algo que en realidad siempre tiendo a hacer al escribir cosas personales. Lo de buena onda sí me salió, creo yo, pero lo del Aleph está más difícil por lo “inefable” y, obviamente, porque no soy Borges.
Aún así, todos pueden sentir que acaban de presenciar una epifanía y sentirse Borges por unas cuantas páginas, ¿o no? A pesar de no crear nada maravilloso. Uno no tiene por qué sentir nada maravilloso ni descubrir un talismán en un texto. En realidad uno tiene todo el derecho de que el texto no le cause ninguna sensación en absoluto. Es como con los cronopios y los famas de Cortázar:
“Encuentro de un cronopio y un fama en la liquidación de la tienda La Mondiale.
- Buenas salenas cronopio cronopio
- Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
- ¿Cronopio cronopio?
- Cronopio cronopio
- ¿Hilo?
- Dos, pero uno azul”
No se entiende un carajo, pero en el mundo de Cortázar sí, y al terminar de leerlo, sonríes y no sabes por qué, como bien podrías no sentir nada y cerrar el libro.
También podría leer uno Instrucciones para subir una escalera y creer que Cortázar nos está subestimando y cree saber cómo subir las escaleras mejor que sus lectores, o peor, que dichos lectorcillos no lo saben, y por ello necesita instruirlos. Pero un día te sacas la mierda y terminas o en medio de la escalera, de espaldas o de cara, o lejos, muy lejos de ella, con consecuencias variables, y te preguntas: ¿tan complicado será? Le haremos caso nomás: se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas, pie arriba, pie arriba (no confundir pie con pie) y se sale de ella con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso. ¡¿Y si vuelvo y ya no está?! ¿Y si levanto el pie y el pie al mismo tiempo? ¡Ajá! Tan fácil no había sido. Es automático, pero por esta misma razón las viejitas y los viejitos terminan en silla de ruedas. Cortázar vuelve este proceso tan evidente y aparentemente fácil en algo tan complicado que hasta se vuelve tenebroso y llega a asustar. Realmente sería preocupante intentar descender y no encontrar la escalera en el mismo lugar donde se la dejó, o levantar el pie y el pie sin saltar y lograr un logro inlograble.
Uno puede leer también la historia de Gregor Samsa de Kafka y preguntarse por qué rayos nadie hace nada para que el insecto vuelva a ser humano y por qué rayos el mismo personaje no se pregunta qué carajos pasa. Le dan comida, él come. Le mueven las cosas de la habitación, él observa. Le lanzan una manzana en el caparazón y ésta permanece ahí indeterminadamente. Deciden que ya no es útil y que debe desaparecer, y él muere. Pero nunca nadie hace nada para cambiar la historia.
Bulgaria…Bulgaria es un país.
El éxtasis del autor está en decir lo indecible, en escribir lo inescribible, en expresar lo inefable. Lo inefable de las cosas, aquello que está en la mente pero que no se puede expresar, pero que de alguna manera Borges logra hacer con el Aleph al que acabo de llegar y gracias al cual he logrado unir el principio con el final del texto en el cual no he logrado escribir lo que pretendía (aparentemente) ni narrar mis mundos epifánicos maravillosos dentro de un Aleph, pero sí he logrado hacer lo que pretendía: no llegar absolutamente a nada, a ningún punto específico ni conclusión (escrita) más que la de dar vueltas en círculo y plantear la Teoría de los ajos de Bulgaria.
Piensen entonces, ¿qué les causa este texto?