RASTROS DE CULPA

Mi primer texto en Suiza desde que llegue, a parte de cosas que escribi aqui y las cartas que mande. Esta vez no se trata de una experiencia personal. El estilo de Garcia Marquez me ayudo a ser mas creativo, espero poder publicar mas cosas. Espero que los "entretenga".

RASTROS DE CULPA

La colilla de cigarrillo que habia fumado salió volando fuera de la ventana del Bentley negro. Atravesaba la autopista nocturna que iba de Barcelona hacia varias ciudades francesas, a travès de la noche tan oscura como ella sola, pintada como por el pincel de un pintor con miles de punticos blancos y frios, ligeros como el algodon, que hacian un pequeno intento para iluminar el camino del conductor del automóvil que se dirigía a toda velocidad a un congelado lago cerca de unas montañas muy alejadas que no atraían la atención de nadie.

Su mano temblorosa que acababa de tirar la colilla por la ventana retornó temblorosa a la caja de cambios para poner quinta mientras el vidrio oscuro se cerraba. El lujoso interior del Bentley tenía un ambiente misterioso y tenso, las imagenes eran de tonos grises y hasta daba la sensación de que todo estaba en blanco y negro a causa de la falta de luz. El conductor tenía un aspecto de suma elegancia que combinaba con su vehículo. Un terno bien planchado, gafas oscuras, zapatos oscuros bien lustrados y un anillo de oro en el anular izquierdo. Era flaco, lo que se notaba aun mas a causa de su extraña inquietud que lo obligaba a no haber comido un bocado desde hace un dia entero. Tenía un peinado bien acomodado con gel. No hacía falta ni sobraba un solo detalle en su apariencia.

Súbitamente el auto hizo un movimiento brusco a causa de un bache ocasionando un sobresalto exagerado del hombre misterioso. Encendió otro cigarrillo y sacó su mano nuevamente por la ventana para que el humo escapara por ahi. Lo acabó de fumar y encendió otro, y así sucesivamente hasta que se le acabaron varias cajetillas. Se sacó las gafas oscuras y las puso en un compartimiento que se abría en el techo del automóvil, dejando ver un rostro juvenil pero muy demacrado. La barbilla que antes era finamente afeitada todos los días por la mañana ahora dejaba ver una leve barba de hombre nervioso. Tenía unas ojeras grandes, orejas puntiagudas y nariz larga. El viento de la ventana abierta apenas movía el cerquillo del peinado del hombre. Entonces empezó a mirar de un lado a otro, buscando alguna señalizacion. Luego de unos minutos encontró un pequeno sendero marcado por piedras pintadas de color rojo y se dirigió hacia ese camino.

El destino del hombre misterioso era un lago pequeño alejado de Barcelona y de toda civilización. Había estado ahí una vez luego de un aterrizaje en paracaídas en una de sus vacaciones de verano haciendo deportes extremos, como buen hombre de riesgo que era. En ese lugar no había forma alguna de que alguien lo viera ni mucho menos se entere de que estuvo ahí.

El hombre misterioso redujo la velocidad como temiendo encontrar algo inesperado en el camino, mientras se impacientaba por llegar a su destino. Cerró la ventana y finalmente se detuvo. Esperó sentado alguna senal exterior a sabiendas de que no había nadie afuera. Sus nerviosos pies se movían inquietamente como haciendo tap. Sacó las gafas del compartimiento y abrió la puerta violentamente. Un hombre alto de unos 25 anos de edad se puso de pie tratando de demostrar seriedad en vano, pues no había nadie a su alrededor que lo pudiera observar disimulando una palida cara que delataba su miedo. Caminó con seguridad hacia la maletera y la abrió. El elegante Bentley dejó abrir su lujosa parte trasera lentamente con un sonido suave iluminando su interior y dejando ver una bolsa negra y larga, inmóvil. Antes de cargarla, el personaje se puso un abrigo negro que estaba en las asientos traseros y luego fue hasta el borde del lago. El cielo apenas iluminado por las estrellas no lograba darle brillo al lago verde en el que se llevaba a cabo tal extraña accion. Entonces el hombre se puso de cuclillas e hizo rodar la enorme bolsa negra y pesada, que extrañamente al llegar al borde se hundió hasta el fondo del lago.

Un fuerte y frío viento sopló en esa tenebrosa noche diciéndole al hombre misterioso que era hora de marcharse. Caminó con las manos en los bolsillos de su abrigo, como libre de un peso que lo estaba atormentando. Cerró la maletera del coche y entró nuevamente al auto. Encendio las luces mostrando aun mas el lujo del Bentley y buscó dulces en la guantera. Mostrandose aliviado, el personaje tan sutil encendió el motor y se marchó.

Dos semanas despuès la policía de Barcelona encontró a Daniel Aragones, un joven y famoso escritor, muerto, sentado en el sillón de su escritorio con la cabeza inmóvil y colgando, con una elegante corbata amarrada de sobremanera en el cuello. Días despuès encontraron en el lago de Zoguera una bolsa negra grande que al parecer contenía a un cadàver dentro, pero que en realidad llevaba todos los libros y textos que Daniel Aragonès había escrito durante su carrera tan exitosa como escritor, existosa pero mortal. Durante todo el trayecto de Barcelona hacia el lago se podía ver en la carretera miles y miles de colillas de cigarrillo que parecían no terminar.

Andrès Penaloza Lanza

29 de octubre de 2007

2 Comments:

Anónimo said...

Buenísimo. Pero insisto en que antes de publicar los textos tienes que darle una o dos leídas para editar lo que esté errado. Hay un par de palabras que las has escrito juntas. Pero bueno, son cosas mínimas que no afectan para nada la calidad del texto y de la historia. Felicidades una vez más. Se me hace que vas a terminar escribiendo uno o más libros.

Juanpa

Julio Peñaloza Bretel said...

Andresito querido:
La tensión, la intriga y el desenlace te hacen aparecer como un narrador con garra y oficio. Como dice el Juan Pablo, tienes que releer muchas veces y corregir, y corregir, porque escribir es en realidad reescribir continuamente.
Muy bueno, muy visual, trabaja en correcciones no sólo de forma, sino también de elementos narrativos y contenido.
Espero que te haya ido bien con los exámenes en el Da Vinci.
Papá que te ama

 
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